Lincy Acosta

Internado de monjas

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Anonymous
Oct 24, 2018 12:16 PM 0 Answers
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Estudié en un internado de monjas bastante caro. Toda mi familia hizo un gran esfuerzo para cambiarme ahí ya que en mis anteriores colegios, en uno tras otro, me hicieron Bullyng. Me molestaban por ser muy tímida.
Un par de veces al mes un cura joven iba a hacernos una misa. Después, un grupo de nosotras al azar tenía que ir por obligación a confesarse. Dentro del confesionario nos empezaba a hacer una serie de preguntas que siempre se encaminaban a lo mismo: -Y dime, ¿ya te haz tocado tus parte íntimas? ¿Has visto a algún amigo amigo tuyo sin ropa? ¿Sabes qué es lo que tenemos los hombres aquí abajo? ¿Qué haces por las noches con tus compañeras de habitación? ¿Han dormido juntas? ¿Se han dado besos? ¿Se han tocado?. A veces el hombre nos pillaba en un pasillo, sin mucha gente al rededor. Nos tocaba los pechos a penas con la punta del dedo o nos subía un poco la falda y nos advertía: -Ya están bien desarrolladitas. Cuidadito, nada de andar por ahí pecando. Un día, confesándome, le mentí y le dije que sí me había tocado . Me mandó a rezar 20 ave marías. Esa misma noche me masturbé por primera vez y después me quedé dormida rezando.
El cura nunca intentó algo más con nosotras. Sus preguntas, sin embargo, nos dejaban siempre muy calientes, con ganas de descubrir las cosas de las que nos hablaba. Algunas empezaron a pasarse de una cama a otra para besarse y tocarse. Yo las oía en la oscuridad y me masturbaba en silencio. En los camarines, después de gimnasia, veía como algunas empezaban a comparar sus pechos y sus vaginas. Yo las miraba de reojo, vuelta hacia la pared, tapándome con la toalla, ocultando lo mojada que estaba.
Hubo un fin de semana en el que todas las niñas de la habitación se fueron a sus casas, excepto yo y Marcela. La Marce era lo más parecido a una amiga que tenía, aunque no hablábamos mucho porque ella era aún más tímida que yo. Ahora, viendo en retrospectiva, pienso que tenía algún grado de autismo.
La noche del sábado nos fuimos a acostar temprano. Desperté a media noche y escuché el sonido acuoso de La Marce metiéndose los dedos. Ella nunca me había llamado la atención, no la encontraba bonita, pero imaginarme a la niña que yo creía totalmente inocente masturbándose me produjo una gran excitación. Comencé a tocarme y a gemir deliberadamente para que me escuchara y se pasara a mi cama, pero sólo provoqué que se detuviera. Marce, ven- le dije gimiendo- pero ella se quedó inmóvil. La llamé un par de veces más hasta que no aguanté lo caliente. Me levanté sin la parte de abajo del pijama, caminé hasta su cama, y la destapé entera. Hizo como que recién estaba despertando. Me senté encima de ella y le supliqué a oído: -Ya po, Marce, un poquito no más-. Yo intentaba hacer que me tocara y ella se resistía. Llegó un punto en el que le grité enojada: -¡Ya po, pendeja reculiá, pa qué te andai haciendo la mojigata, si las dos queremos lo mismo!-, mientras intentaba ponerle la vagina en la cara. Cuando por fin había accedido y estaba empezando a lamerme, entró a la pieza la monja que estaba a cargo. Ni tuve tiempo para disimular la escena porque quedé paralizada. La monja se acercó a la cama, me agarró del pelo, y me llevó arrastrando hasta una oficina.
Cuando llegamos me tiró con violencia al piso y cerró la puerta. Yo, todavía sin pantalones, me arrodillé en el piso para suplicarle que me perdonara. Le decía llorando que por favor no le contara a mis papás. La monja me volvió a zamarrear del pelo y me cacheteó. Después se sentó en una silla y me ordenó que fuese. Me recostó boca abajo sobre sus rodilla y empezó a darme nalgadas, primero muy fuerte y después más despacio, hasta que se volvieron caricias. Al final sentí como me metía los dedos en la vagina. Creo que llegó a tener cuatro adentro.
Me dijo que me parara y me acompañó con amabilidad hasta la puerta de su oficina. Me miró severa y me advirtió: Que no se repita, porque la próxima vez no voy a ser tan suave. Y cuando ya me estaba dando la vuelta para irme, muy confundida, dijo: ah, y dígale a su compañera Marcela que venga de inmediato a verme.

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