Lincy Acosta

Mami no puedo mas – Parte 1

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Anonymous
Nov 21, 2018 12:20 PM 0 Answers
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Historia de amor entre una madre y su hija. Todo empieza con el ‘robo’ de un vibrador
El marido de Almudena, camionero, se pasa mucho tiempo fuera de casa, y, además, no es que sea un gran amante. Más bien, normalito, y siempre cansado. Ella, con 40 años, no es que sea una mujer muy caliente, muy apasionada, pero de vez en cuando siente necesidades. Y entonces se encierra en su dormitorio con el juguetito que su marido le trajo una vez de un viaje.
El juguetito en cuestión se había convertido en su mejor amigo. Un vibrador de látex, en forma de pene. Siempre duro para ella. Siempre dispuesto. Incansable. Esa tarde se notaba caliente. Necesitaba darse placer. Se cercioró de que Juanita, su hija, estaba en su cuarto, estudiando, y se fue a su dormitorio. Cerró la puerta y buscó al fondo de la segunda gaveta de la cómoda, en donde guardaba a su amigo.
No estaba.
Rebuscó. Miró en todas las gavetas, en el ropero. Siempre lo dejaba en el mismo sitio, pero buscó una segunda vez por si lo hubiese cambiado sin darse cuenta.
Nada.
Su marido faltaba desde hacía casi una semana, y había usado el vibrador hacía dos días, por lo que él no pudo haberlo cogido. ¿Y para qué coño iba a cogerlo él? , se preguntó, riendo por el doble sentido de la pregunta. Cuando se dio cuenta de que sólo Juanita podía haberlo cogido, dejó de reírse. No podía ser. ¿Cómo se atrevía esa niña a registrar sus cosas? ¿Dónde lo había dejado? Si lo encontró por casualidad, al menos debería haberlo dejado en el mismo sito.
Enfadada, se dirigió al cuarto de su hija. Generalmente siempre llamaba ante una puerta cerrada, pero esta vez, debido a su enfado, entró sin llamar. Miró hacia el escritorio, en donde Juanita estudiaba, pero no estaba. Oyó ruido de sábanas y por el rabillo del ojo vio como Juanita, acostada en su cama, se tapaba. La miró.
-Oye, ¿ Has cogido algo mío?
-AH! ¿Qué? No… no mami.
Juanita tenía la cara colorada. Su respiración era agitada, y sus ojos estaban brillantes.
-No me mientas, niña. Sé que has sido tú.
Se acercó a la cama y lo oyó. El inconfundible rum-rum de su vibrador. Una cosa es que Juanita lo cogiera, lo moviera de sitio. Pero esto. Esto ya era el colmo. Almudena tiró de la sábana, descubriendo el cuerpo de su hija.
Tenía las piernas cerradas. Desnuda de cintura para abajo. Era un poco rellenita, y al pegar los muslos Almudena sólo podía ver el negro vello de su pubis. Pero podía oír a su amigo ronroneado. Juanita la miraba, con una mezcla de miedo y algo más en sus ojos.
-Abre las piernas.
Su hija la miró, pero se quedó quieta.
-Te he dicho que abras las piernas – le repitió usando un tono de voz más autoritario.
Esta vez, Juanita obedeció. Abrió las piernas y Almudena descubrió que su querido consolador estaba enterrado casi hasta el fondo en el coño de su hija, vibrando. Juanita seguía roja, agitada. Asustada y excitada.
-Eres una…. ¿Cómo te atreves a coger lo que no es tuyo?
No respondió a su madre. Se quedó quieta, mirándola, con las piernas abiertas, expuesta, y con la sensación que la gruesa polla de plástico le producía. Una sensación que le recorría todo el cuerpo. La vibración se extendía desde su coño, irradiando placer. A pesar del susto de ser descubierta, a pesar del temor ante la furiosa mirada de su madre, estaba cachonda.
Almudena alargó la mano y cogió su vibrador por el extremo. Tiró de él y lo fue sacando del coño de Juanita. Se asombró al ver cómo salía brillante de los jugos de su hija, como los labios de su coño se distendían al ser frotados por el plástico. Miró a su hija, que se mordía el labio inferior y tenía los ojos entornados, las mejillas encendidas.
-Agggggg – gimió Juanita al sentir como su madre le quitaba el consolador.
Lo sacó todo, y lo que Almudena vio a continuación la sorprendió. El coño de Juanita quedó abierto, y gran cantidad de líquidos salían de la abierta vagina. Notó algo más. Su olor. El olor del coño de Juanita. Olía como el suyo cuando estaba muy cachonda.
-Pero..mi niña. ¡ Cómo estás !
-Mami…no…puedo..más.
Almudena sentía en su mano la vibración del consolador. Miró el encharcado coño de Juanita, que rezumaba jugos. Miró su cara, anhelante. Y sin saber por qué, sin darse cuenta, volvió a enterrar la polla de plástico en el coño de su hija.
-Aggggggg – se convulsionó Juanita, gimiendo, cerrando los ojos.
La joven sintió como su coño se volvía a llenar. Volvió a sentir la placentera vibración. Y era su propia madre quien se lo metía. Lo sintió llegar al fondo de su vagina, tocar la entrada de su útero.
-Mmmmm mami…sí…..
Creyó que lo dejaría allí. Que se iría y la dejaría seguir, pero entonces notó como el vibrador volvía a salir, hasta la mitad, y otra vez se lo clavó hasta el fondo. Abrió los ojos y miró a su madre. Sus miradas se cruzaron. Su madre le sonrió y miró entre sus piernas.
Almudena se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba follando a su hija con su propio vibrador. Su mano lo metía y lo sacaba de su mojado coño. La oía gemir, retorcerse de placer.
-Uf, Juanita. Estás muy cachonda, ¿Eh?
-Mami..sí….más…más rápido…muévelo más rápido.
-¿Así? – le preguntó, follándola con más rapidez.
-Siiiiiiiiiiii
El cuerpo de Juanita se tensó, su espalda se arqueó sobre la cama y sus ojos se cerraron con fuerza. Era la primera vez que Almudena veía a otra mujer correrse. Y era su propia hija, que se estaba corriendo ante sus ojos porque ella le metía y sacaba su consolador del coño. Un coño empapado, como estaba el suyo propio. Fue consciente de que también ella estaba muy caliente. Los pezones duros, respirando por la boca, mirando a su niña temblar al ser atravesada por un fuerte orgasmo
Cuando dejó de correrse y quedó relajada sobre la cama, le sacó el vibrador, despacito. Brillante, mojado. Juanita siguió con las piernas abiertas, una leve sonrisa en los labios, los ojos cerrados. Almudena observó ahora con más detenimiento el coñito de Juanita. Se veía hinchado, con los labios abiertos. Un hilillo de flujo salía lentamente de la vagina. El vibrador seguía trabajando, transmitiendo tu vibración a la mano de Almudena.
Cuando ella lo usaba, no sólo se lo metía hasta el fondo. No sólo se follaba con el imaginando que era la polla de algún guapo actor, de algún hermoso hombre que hubiese visto, sino que también apretaba la punta contra su clítoris y lo dejaba allí, vibrando y sin moverlo, hasta que le orgasmo la atravesaba. Y al mirar el ofrecido sexo de su hija, al ver su prominente clítoris, acercó el vibrador y lo puso sobre éste.
Juanita se estremeció en el acto, contrayendo su cuerpo.
-Agggggg mami…..que rico.
-¿Te gusta, mi vida?
-Sí…mucho…que…placer…
Las dos mujeres se miraron a los ojos. Juanita con los suyos entornados, sintiendo aquel suave placer. Su madre sonriendo, manteniendo el vibrador sobre su clítoris. El camino hacia el placer fue más lento, más suave. Era como una bañera que se llenaba despacito, con un caliente chorro de agua. Pequeños espasmos aparecían en el cuerpo de la joven, que movía su cabeza hacia los lados, que movía lentamente sus caderas buscando distintos ángulos.
La bañera se estaba llenando. Iba a rebosar. Almudena vio como su hija se volvía a tensar. Sus manos se aferraron a las sábanas con fuerza, apretó los dientes, cerró los ojos y fue como si la bañera desapareciera de repente y toda el agua almacenada cayera al suelo, inundándolo todo. Fue un orgasmo brutal, arrollador, que hizo gritar a Juanita. Su madre vio con asombro como su coño expulsaba flujo, casi como su fuese un hombre corriéndose. Mantuvo el consolador apoyado hasta que Juanita se relajó y cerró las piernas, señal de que estaba satisfecha, que no deseaba más placer.
Almudena retiró a su amigo, y lo apagó. El relajante zumbido desapareció. Lo miró, mojado por el coño de Juanita. Sintió su propio coño estremecerse. Su hija continuaba con los ojos cerrados, con una expresión de total felicidad reflejada en la cara. Se levantó y se marchó, dejándola allí. Necesitaba placer. El placer que fue a buscar antes, cuando no encontró el consolador en su sitio. Ahora lo necesitaba mucho más, así que se dirigió directamente a su dormitorio.
Se quitó los pantalones, las bragas y se tumbó en su cama. La polla de plástico volvió a emitir su voz. Pensó en lavarlo, en quitarle los jugos de Juanita, su olor, pero estaba demasiado cachonda, no podía esperar. Abrió sus piernas, lo apoyó en la encharcada entrada de su vagina y empezó a empujar. Se arqueó lentamente, y cuando el consolador llegó al fondo de su coño, se corrió como no recordaba en mucho tiempo. Fue rápido, intenso. Apretó contra ella a su querido amigo mientras el placer recorría su cuerpo en oleadas.
Quedó rota, con las piernas abiertas, su coño rezumando placer, el consolador clavado hasta el fondo, con los ojos cerrados. En su mente, la cara de placer de su hija. En su mente, la imagen del consolador entrando y saliendo del coño de Juanita. Ese mismo consolador que vibraba dentro de ella.
Quería más. Más placer. Abrió los ojos. En la puerta de su alcoba estaba Juanita, mirándola.
No cerró las piernas. Las dejó abiertas, mostrando su coño atravesado por aquella deliciosa y vibrante polla. Las dos mujeres se miraron a los ojos. Juanita vio como los de su madre se entrecerraban, como los suyos antes. Lentamente, se acercó a la cama de su madre y se sentó a su lado. Sus miradas no dejaron de seguirse. Luego miró entre las piernas de su madre. Vio la vagina, distendida por el vibrador, que seguía bien metido, agarrado por una de las manos de su madre.
Alargó una mano y la puso sobre la mano de Almudena. Tirando de la mano, empezó a sacar el consolador. Su madre gimió.
-Déjame a mí, mami.
Almudena quitó su mano, y Juanita puso la suya en el extremo del vibrador, y como su madre hiciera antes con ella, empezó a follarla lentamente, metiéndolo hasta que hacía tope, sacándolo despacito. Lo sacaba del todo, para pasarle la redonda punta, fiel reflejo de un verdadero glande, a lo largo de los abultados labios del coño de su madre. Miraba aquel sexo mojado, abierto, por donde hacía 20 años que había nacido, y miraba a su madre, que mordiéndose el labio inferior gemía de placer. También le llegó el olor. Ese olor característico, igual al suyo propio. Olor a sexo, a hembra en celo.
Empezó a follar a su madre cada vez más rápido, haciéndola retorcerse de placer sobre la cama, hasta hacerla estallar en un violento orgasmo. Almudena cerró las piernas de golpe, atrapando entre ellas a su amigo de alma, aquel amigo que tanto placer le había dado siempre, pero que ahora era manejado por otra mano. El orgasmo fue largo, intenso, y tuvo que sacarse el consolador pues la continua estimulación estaba llegando a ser molesta.
Cuando se repuso del intenso placer, las dos mujeres se quedaron mirando la una a la otra. Habían compartido algo muy íntimo. Algo prohibido compartir entre una madre y su hija. Pero las dos sonreían
Juanita apagó el vibrador.
-No se vayan a gastar las pilas, mami.
-Jajaja. Tengo de repuesto. Alcalinas.
-Jajaja.
-¿Desde cuándo usas mi..juguete, Juanita?
-Uf, desde hace mucho, mami. Un día lo descubrí por casualidad. Días después, un día en que no estabas me atreví a cogerlo y usarlo.
-Me lo regaló tu padre. Es uno de los mejores regalos que me ha hecho. Viaja tanto que necesito…ya sabes. Un desahoguito de vez en cuando.
-Sí, yo también lo uso de vez en cuando. Siento haberlo cogido sin tu permiso, pero no te iba a decir “¿Mami, me prestas tu consolador un ratito?”
-Jajajaja. Me hubieses dejado de piedra. Bueno, a partir de ahora cógelo cuando quieras.
-Gracias mami. Oye, ¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro.
-¿Qué se siente con una de verdad?
-¿Una de verdad?
-Sí, ya sabes. Con una…polla de verdad, no de plástico.
Almudena se quedó perpleja.
-¿Es que nunca has estado con un hombre?
-No.
-¿Por qué no?
-No lo sé, mami. No he encontrado al adecuado. Y como estoy gordita, pues quizás soy un poco retraída.
-Gordita, gordita. Ay, la juventud de hoy en día. No estás gordita, Juanita. Estás…jamona. Y a muchos hombres les gustan así.
-No sé, mami. No me siento atractiva.
-Pero si eres preciosa, tonta. Entonces…¿Usaste el vibrador para…?
-Sí, me desvirgué yo solita.
-Bueno, físicamente puede, pero necesitas a un hombre de verdad para que sea pleno.
-Esperemos que aparezca mi príncipe azul algún día.
-Ya verás como sí.
-Mientras tanto, ya tengo con qué calmar mis ardores – dijo, cogiendo el consolador.
-Sí! jajaja
Juanita volvió a su cuarto, a estudiar, dejando el consolador sobre la cama de su madre. Almudena lo cogió y lo guardó en su sitio. Las dos mujeres siguieron como si nada hubiese pasado, pero la complicidad entre ellas había crecido. Siempre se habían llevado bien, pero ahora, los lazos se habían estrechado aún más.
Un par de días después regresó Antonio, el marido de Almudena. Generalmente, volvía calentorro de sus viajes, cosa qua a Almudena le gustaba pues imaginaba que no había parado en ningún puticlub de carretera. Además, la primera noche siempre echaban un buen polvete. Pero esta vez, Antonio se corrió tan rápido que no le dio a Almudena casi ni tiempo a calentarse, se dio la vuelta y se echó a dormir. Le llenó el coño con una buena ración de semen caliente, almacenado durante días. Almudena no se lo tuvo en cuenta. El pobre venía agotado del viaje. A los pocos minutos Antonio empezó a roncar.
Almudena empezó a calentarse. Se levantó sigilosamente en busca de su amigo, para volver a la cama y calmar su ardor. Pero no estaba allí. Juanita lo había cogido. “Vaya momento”, pensó. Salió de su alcoba y fue a la de Juanita como estaba, desnuda de cintura para abajo.
La puerta estaba abierta. Su hija dormía, por lo que entró sin hacer ruido. Aún así, Juanita abrió los ojos, somnolienta.
-Hola mami….¿Qué pasa?
-Hola cariño. Necesito el juguete.
-Ah, lo cogí yo. Como estaba papi pensé que no lo necesitarías.
-El muy cabrito se corrió enseguida y me ha dejado cachonda perdida.
Juanita encendió la luz de su mesilla de noche. Abrió una gaveta y sacó el vibrador, pasándoselo a su madre, que lo cogió, ansiosa.
-Gracias. Uf, lo necesito. Y si tu padre se despierta, que se joda.
-Si quieres, hazlo aquí.
Almudena se quedó quieta un momento. Ya se habían visto. Ya se habían follado la una a la otra con el vibrador. Una vez más no importaba. Así podría gemir sin problemas de despertar a Antonio.
-Vale. Hazme sitio.
Juanita se levantó y se sentó a los pies de su cama, mientras su madre se acostaba, abría sus piernas, encendía el vibrador y se lo clavaba hasta el fondo.
-Ummmmm que rico….Joder, como estoy.
Almudena miró como Juanita se levantaba y se acercaba a la puerta, cerrándola. Luego, encendió la luz.
-¿Por qué enciendes?
-Es que con la de la mesilla es poca luz.
-¿Poca luz?
-Es que me gusta mirarte, mami – dijo, un poco sonrojada.
Se acercó de nuevo a la cama y se volvió a sentar a los pies. Su madre, con las piernas abiertas, metía y sacaba el zumbador aparato dentro y fuera de su coño. Almudena pensaba en las palabras de su hija, que le gustaba mirarla. Eso la excitó aún más. Miró a Juanita a los ojos, pero su hija miraba fijamente como el consolador hacía su trabajo.
La chica se dio entonces cuenta de algo. Del coño de su madre salía un líquido blanquecino. que bajaba formando un reguerito por la raja del culo de Almudena. El consolador además estaba muy brillante.
-Mami..¿Es eso que te sale la leche de papá?
-Aggggg sí…Me dejó tan caliente que ni me lavé….Estaba llenito….Me llenó a rebosar.
Juanita, antes de dormirse, había usado el vibrador y se había regalado con un estupendo orgasmo, pero el ver a su madre follándose y como el semen de su padre le salía del coño, la calentó otra vez. Metió una de sus manos por dentro del pijama y empezó a masturbase, sin dejar de mirar a su madre. Almudena se dio cuenta de lo que hacía su hija. Se masturbaba mirando como ella lo hacía.
-¿Qué se siente, mami?
-¿Cuándo?
-Cuándo una polla se corre dentro de ti.
-Ummmm es una sensación muy rica, sobre todo si lo hace justo cuando te estás corriendo. Es como un repentino calor que te invade.
-Aggg como deseo tener un novio.
-Para que te llenen el coño de leche no hace falta tener novio.
-Mamá!
Almudena se dio cuenta de lo que había dicho, llevada por su enorme calentura. Pero ya estaba dicho. Se metió el consolador con más fuerza, con más velocidad.
-Sólo hace falta. aggggggg un hombre, una buena polla bien cargada que te folle hasta que reviente de placer dentro di..Agggggggggggg
Juanita se metió varios dedos en el coño, asombrada por las palabras de su madre. Asombras y excitada.
-¿Me dejas a mí, mami?
Almudena la miró. Supo a qué se refería. Se enterró el consolador hasta el fondo y quitó su mano. Juanita acercó la suya y prosiguió con el movimiento, mientras con su otra mano seguía masturbándose.
Almudena cerró los ojos y llevó sus manos a sus tetas, acariciándolas, pellizcando sus pezones, mientas sentía como Juanita la follaba, acercándola con rapidez al orgasmo.
Juanita seguía mirando como aún seguía saliendo semen de su padre del coño de su madre. Su corrida debió ser grandiosa. Se imaginó toda esa leche caliente estallando dentro de ella. La mezcla de semen y flujos vaginales olía suave, y se sorprendió a si misma preguntándose a que sabría. Sin darse cuenta, acercó su cara al coño de su madre, sacó el consolador y lamió la raja, pasando la lengua por la abertura de la vagina, y recogiendo en ella la rica mezcla. La saboreó y le gustó.
-¡ Juanita ! Eso no!
Una cosa es que su hija las masturbara con el consolador, que se la follara con él, y otra muy distinta que le comiera el coño. Pero no cerró las piernas. Y cuando Juanita la volvió a lamer, cerró los ojos y disfrutó.
Juanita lamió, chupó, besó. Almudena la encontró inexperta, pero el placer que le dio fue tal que en menos de 10 segundos estalló por primera vez en la boca de otra mujer. En la boca de su hija, que tragó con gusto la mezcla de jugos vaginales y semen que su madre le dio.
Cuando Almudena se recuperó de su intenso orgasmo y miró entre sus piernas, se encontró con la mirada de Juanita.
-Mami..no puedo más..fóllame.
Se incorporó y buscó el vibrador, que seguía encendido, ronroneando. Estaba hecho un desastre, lleno de semen y sus flujos.
-Mejor lo lavo antes, no vaya a ser que te quedes embarazada.
-Jajaja. No creo.
-Nunca se sabe. Basta con que uno sólo de esos bichitos de en la diana.
Salió corriendo al baño, sin hacer ruido, y limpió el vibrador a conciencia. Cuando volvió, Juanita la esperaba acostada, con las piernas abiertas. Y totalmente desnuda. Sus lindas tetas, coronadas por dos duros pezones estaban bien a la vista. Su madre se sentó junto a ella y empezó a pasar la punta del vibrador a lo largo de su mojada rajita, arrancándole los primeros gemidos
-Ahhhhhh sí…fóllame, mami. Fóllame.
Se lo metió despacito, mirando como su hija se retorcía de placer. Cuando hizo tope, empezó el vaivén, el mete saca, que hizo arquear la espalda de Juanita.
-Agggggggg que rico mami…..síiiiiiiiiiiii
-¿Estaba rico mi coño?
-Muy rico, mamá…. Me voy a correr pronto. Estoy muy cachonda…Aggggg
Almudena miraba el cuerpo de su hija. Nunca se había sentido atraída por otra mujer, pero al verla así, gozando, gimiendo, con las piernas abiertas. Oliendo su coño, sintió deseos, por ese cuerpo, por su hija. Miró sus tetas, que se movían acompasadas con la respiración de Juanita. Sin dejar de mover el consolador, agachó su cabeza y acercó sus labios a uno de los pezones. Lo besó, lo lamió, y , finalmente, lo mordisqueó.
Con el consolador bien dentro, Juanita se empezó a correr, levantando y dejando volver a caer el culo de su cama, dando brincos, con los ojos cerrados, aferrada a las sábanas. Almudena no dejó de mirarla. Cuando la sintió caer, rendida, le sacó lentamente el vibrador, y lo apagó.
Juanita abrió sus ojos. Se encontró con los de su madre. Se sonrieron.
-Ummmm gracias mami.
-No sé si esto estará bien, Juana.
-¿El qué?
-Esto que hacemos
-¿Por qué no?
-Soy tu madre. Eres mi hija.
-Lo sé. Pero no me importa
-Juanita… Yo…
Juanita se incorporó y abrazó a su madre, con fuerza.
-Mami, yo te quiero.
-Y yo a ti, mi vida
-Mucho.
Le dio un beso en el cuello.
-Juanita…no.
Otro más. Besos tiernos. Hacía mucho que no la besaban así.
-Juanita…ummmm
Más besos. Acercándose a su boca. Almudena cerró los ojos. Su cuerpo temblaba, y se estremeció cuando los cálidos labios de Juanita se posaron en los suyos. Labios que se entreabrieron, abriendo los suyos, y dieron paso a su lengua.
Se besaron, con ternura, con pasión. Juanita se pegó a su madre, pegando sus desnudas tetas contra las suyas.
Cuando Almudena notó como Juanita le acariciaba los pechos, gimió con más fuerza.
-Acaríciame, mami.
Ambas mujeres acariciaron los pechos de la otra. Almudena las desnudas tetas de su hija, y Juanita, metiendo sus manos por debajo del pijama de su madre, las suyas. Los pezones fueron pellizcados. Se chuparon las lenguas. Los cuellos, lamidos.
-Mami…. no puedo más…tócame.
-Lo estoy haciendo.
-No, tócame…el..coñito.
-Juanita…
-Por favor…
Almudena abandonó las tetas y lentamente bajó su mano hasta el coño de Juanita, que abrió las la piernas para recibirla. Sus dedos tocaron por primera vez los labios vaginales de otra mujer, que gemía en su boca. Estaban mojados. Recorrió los pliegues y encontró él clítoris de Juanita, el cual frotó con delicadeza, haciendo que su hija se estremeciera aún más.
Juanita, con los ojos cerrados, gozaba de la íntima caricia de su madre, y bajó una de sus manos hacia el coño materno, repitiendo en éste lo que su madre hacía en el suyo. Ambas mujeres cayeron lentamente sobre la cama, sin dejar de besarse, sin dejar de tocarse. Sin dejar de suspirar, de gozar. Sentían los dedos de la otra frotar, acariciar. Introducirse en sus vaginas. Y ambas notaron como el orgasmo comenzaba en la otra. Como cada una gimió con más fuerza. Como cada una masturbó a la otra con más pasión, y como cada una se tensó en la cúspide del orgasmo. Las dos cerraron sus piernas con fuerza, atrapando la mano de la otra. Las dos quedaron quietas, recorridas por espasmos de placer.
Madre e hija abrieron sus ojos. Se miraron. Se sonrieron y se besaron con ternura, con amor.
-Estamos locas, Juanita.
-Ummmm, sí, mami. Pero que locura más rica.
Se abrazaron un ratito más. Juanita dijo, muy convencida:
-Mami, no puedo más. Necesito un hombre.
-Jajajaja.
CONTINUARÁ

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