Me la enseñó un amigo hace un par de días. Hasta entonces no le encontraba mucha gracia a hacer mamadas. Siempre me ha desagradado un poco la verdad. Pero ese día tuve el impulso de hacerlo. Creo que fue porque noté que él estaba muy preocupado por darme placer, y sentí deseos de entregarle lo mismo. Nos estábamos masturbando. Yo me encontraba recostada boca arriba, con las piernas bien abiertas. Él estaba a un costado mío, de rodillas. Me metía los dedos tan bien que me hacía sentir un cosquilleo por todo el cuerpo. Tuve varios orgasmos. En un momento me quedé pasmada mirando en su pene, no muy grande, pero muy duro y bien formado. Se me empezó a hacer agua la boca. Me incliné para lamerlo, pero quedé bastante incómoda. Él me dijo -mira, así es mejor-.
Me hizo volver a recostarme y se arrodilló encima de mi cara, con una pierna a cada lado de mi cabeza. No sé si definir lo que hizo como una mamada. Más bien se folló mi boca. Me pidió que apretara los labios y comenzó a moverse como si estuviese penetrando una vagina. Sentí arcadas que me gustaron. También frotó sus genitales contra mi cara. Al mismo tiempo, con su brazo torcido hacia atrás, me masturbaba.
Después de un rato me pidió que intercambiáramos de posición. Ahora yo me follaba su cara a la vez que lo masturbaba. Cuando eyaculó lo hizo con tanta fuerza que chorreó mi espalda.