Con mi mamá vivíamos solas. Nuestra casa es grande y las piezas nos sobraban.  Hace tiempo éramos una familia numerosa, pero tosas mis hermanas ya se fueron.Fue a mí a la que se me ocurrió que podíamos arrendar una habitación que está en la parte de atrás de nuestro terreno.
Hace unos seis meses llegó a vivir un venezolano aquí. Muchas personas de venezuela han emigrado en los últimos años a mi país.
Hay varios fines de semana en los que a mi mamá ñe toca trabajar. El arrendatario, que antes, en su país, era profesor universitario, trabaja aquí en el casino de una universidad de lunes a viernes. Yo, por mi parte, estudio de lunes a viernes también.
Al principio tanto mi mamá como yo le teníamos desconfianza, porque con los hombres nunca se sabe, pero muy pronto nos empezamos a hacer amigas de él. En las noches acostumbramos tomar once los tres juntos.
Fue él el que empezó todo, un sábado en el que fui a su cuarto a almorzar con él. Después de comer él me habló de su señora y de su hijo de mi edad, que se quedaron en Venezuela. Yo le conté de mi pololo y, no sé por qué le, empecé a hablar de mi primera vez, que había sido sólo hace unas semanas. Creo que lo que me gusta de él es que podemos hablar de esas cosas. Me trata con horizontalidad y no como una niña.
Le conté que mi pololo había sido descuidado. La primera vez me había dolodo porque no paraba cuando se lo decía y las veces sigientes habían sido aburridas. Fue ahí cuando él me dijo que le gustaría enseñarme, pero que no podía porque era muu chica.
La idea me quedó rondando. Soñaba con él penetrándome y despertaba miy mojada. Me empecé a tocar pensando en él, boca abajo, metiéndome los dedos y haciendo presión contra la cama.
Un par de semanas después fui a su pieza dispuesta a que me enseñara. En un momento, hablando otra vez de sexo, me atreví a besarlo. Él respondió a mi beso, pero cuando quise sacarle el cinturón no me dejó. Dijo que no podía, porque yo era muy chica. Me habló de su familia; de su hijo que tenía mi edad. Le dije que ojalá algún día me pudiese presentar a su hijo y se enojó.
Pasó semanas sin invitarme otra vez.
Un día en el que por fin me invitó a almorzar de nuevo aproveché una ida suya al baño para sacarme la pomera. Cuando volvió y me vio se enojó y me dijo que me fuera. Discutimos un rato, yo siempre sin polera. Me acerqué a él, lo abracé, le hablé con dulzura, hasta que logré calentarlo, pero cuando empezó a lamerme los pezones se arrepintió y me volvio a echar.
Pasamos un mes sin hablar des tema.
Hace una semana aproximadamente me volvió a invitar, haciéndome prometer que no intentaría nada. Yo se lo juré y cumplí. Esa tarde me dijo que que cuando cumpliera 18 íbamos a acostarnos por fin. Ahora espero con ansia que llegue el 5 de noviembre.