Estabamos de viaje mi hermana y yo cuando se disparo la situación con el covid, pasaron las mil y un cosas para que pudiésemos regresar, pero antes de que sucediese eso, nos tocó esperar a que se calmara la situación un poco y se retomara nuevamente el transporte. Pará ese momento ya estábamos cortas de dinero debido a todos los imprevistos que habían surgido, habíamos logrado movernos a una ciudad vecina y avanzar en el camino de regreso gracias a la ayuda de un hombre que estaba quedándose allí temporalmente y que a duras penas logro ayudarnos a cruzar. Una vez allí no teníamos como pagar un hotel ni tampoco conocíamos a nadie en ese sitio a excepción de aquel hombre, las horas se nos habían ido en el camino y ya iba a anochecer, entonces viéndonos en esa situación fue cuando el hombre se ofreció a darnos un espacio donde el estaba residensiandose dando tiempo al menos por se día a que resolverieramos nuestro problema. Sé que es una locura que dos mujeres solas aceptarán la invitación de un desconocido que bien podría ser alguien intentado solo ayudar o quien sabe un matón o algo por el estilo, pero tampoco es que tuviesemos mejores opciones. Ya estábamos allí y teníamos que afrontar la situación así que o era dormir con las maletas en la calle o quedarnos con él, y pues el hombre se había portado amable y respetuoso durante todo el trayecto, así que decidimos aceptar la invitación a todo riesgo, porque estábamos cagadisimas con solo pensar en nosotras solas quedándonos con un desconocido. Una vez que llegamos al lugar nos dimos cuenta que era una especie de vivienda-alquiler algo rudimentaria donde podías escuchar perfectamente lo que pasaba en la otra habitación y entre eso y ver otras familias con niños nos tranquilizó un poco en caso de que nos tocase pedir auxilio o algo por el estilo. Más tarde el hombre nos dio de comer y comenzamos a platicar, el ambiente ya estaba más tranquilo e incluso mi hermana se solto algo más como para aceptar unos traguitos de cerveza que al final termine aceptando yo también. Todo estaba bien, hablamos y nos reímos hasta que llegó la hora de dormir. El hombre se alojaba en una habitación muy estrecha que contaba con una cama matrimonial y que junto a sus cosas y nuestras maletas no daban espacio como para dormir siquiera en el suelo. Así que nos planteo dos opciones, o quedarnos una con él y otra con su vecino de habitación, o dormíamos los tres en la misma cama. Obviamente no íbamos a aceptar de ninguna forma quedarnos las dos solas, separadas, con un hombre extraño por la noche, así que nos quedamos los tres en la misma habitación. Al final el hombre quedó en un extremo, mi hermana en otro y yo en el centro pues porque ella no quiso plantarse en mi lugar. Y ahí fue que empezó todo.