EL PLAN PERFECTO
—Quítatelas —le susurré muy despacito.
Y es que ya llevaba 22 minutos
restregándose en la silla,
se le notaba muy intranquila y ansiosa...
estaba tan torpe:
derramó un vaso con agua,
tiró dos veces el tenedor con el codo
y no dejaba de abanicarse con una
pin'che servilleta desechable,
ni de sonreír a toda su familia como
princesa de carro alegórico
como si todos le cayeran bien,
pero no quedaba de otra.
estaba improvisando.
Eso de los cubiertos en el piso no
sé si fue con toda la intención o no,
ya que,
como el caballero que soy,
cuando me agaché a juntarlos bajo la mesa,
ella se abrió mucho de piernas...
mucho,
y vi sus bra,gas húmedas
y partidas por la mitad.
22 minutos fueron con exactitud,
en los cuales le había acariciado por debajo de la mesa desde la pantorrilla hasta las in'gles,
no le toqué de más,
ni de menos,
por eso sus ansias,
y cada que acercaba mis dedos a
su entrepier'na sentía un vapor muy
caliente que le emanaba del centro.
—Quítatelas —repliqué.
Así le dije,
lo recuerdo muy bien.
Fue en son de orden,
y ella sabía a qué me refería.
Y con unos discretos movimientos
de culebra pudo deslizarlas hasta
quedar hechas rollo en sus tobillos.
—¡Joder!, estos cubiertos están vivos —dije cuando tiré a propósito una cuchara.
Y su educada y respetuosa familia
me observaron y rieron junto conmigo,
y hasta no sobró el sobrino pendej0
sacando un chascarrillo de ello.
Y me agaché y ahí estaban,
enrollados en sus tacones negros.
Eran blancos,
blancos como las servilletas
con las que se abanicaba.
Los sujeté de en medio y ella con dos
pasos hacia atrás se liberó de ellos,
yo los apreté con la mano y se escuchó
un sonido parecido a cuando sacas la
plastilina play dho del botecito,
lo cual recordó mi niñez por unas centésimas.
Ella seguía muy intranquila,
las respuestas que le daba a su tía
la solterona eran muy absurdas,
escuché que le preguntó qué cuantos
hijos pensábamos tener y ella contestó
"saben muy ricos",
me reí un poco,
porque sí que se los traga la cabr0na;
y es que mientras hablaba,
me observaba con el rabillo cómo es que
yo limpiaba mis labios húmedos
de vino tinto con sus bra'gas,
después,
me recargaba con el codo en la mesa como pensante y me las ponía en la nariz,
les daba lamidas muy pequeñas en donde
minutos antes estaba su carne abierta.
Después su tía la ebria fue a pirujear
ve tú a saber con quien chingados,
y ella volteó conmigo y se las di;
parecíamos los cholos de barrio
compartiéndonos "la mona".
Mientras inhalaba,
le introduje dos ded0s de golpe
hasta llegar a mis nudillos,
y comencé a sobarle por dentro
lo más rápido posible que pude
mientras le veía el rostro,
ella exhalaba entrecortadamente,
hacía gestos discretos
y apretaba las piernas.
Así duré como 5 minutos hasta
que se corrio en abundancia
y echó su cabellera hacia adelante
para ocultarse la cara y no delatarse.
Cuando todo pasó,
nos vimos a los ojos y sonreímos.
Afortunadamente había ya derramado agua,
así que nadie iba a tener la más mínima
sospecha de lo sucedido pero...
también me dejó intrigado,
pues tal vez ella ya todo lo había
planeado incluso antes que yo;
no sé,
y no me importa.
Y mayor discreción pudo haber sido,
cuando supe que cenaríamos mariscos,
así que nada de olor...
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